viernes, 27 de enero de 2012

Cecilia

Sólo la contemplé. Contemplé su rostro, tan delicado, todo en su ser parecía de cristal aquella vez. No dejaba de mirar los árboles. Los rayos solares se inmiscuían en sus pensamientos, en su identidad en el lugar. Siempre tuvo su presencia, aún cuando había mucha gente en la escena, como en aquella tarde en la plaza, su plaza. La temperatura había subido, pero corría una brisa fresca que acariciaba todo a su alrededor. Su piel lívida no sudaba, mas sí estaba perlada, tal como era usual. Parecía disfrutar de sólo las cosas buenas que esa tarde calurosa ofrecía. Lucía radiante, sus poros exhalaban suavidad y pureza.
Me encantaba ver los finos rayos de luz reflejados en su piel blanca, atractiva. No estaba expuesta totalmente al sol, pero este lograba meterse entre las hojas del inmenso árbol que brindaba refugio veraniego.
Se veía tanta hermosura -pocas las 9 letras- que hasta pensé en quedarme lejos para observarla, dejar de caminar hacia ella. Tenía que ver un poco más tanta belleza irradiada en esa solitaria condición en la que se hallaba. Temí acercarme y arruinar esa imagen con mi oscuro ser. Asíque me senté  no muy lejos, de hecho pudo haberme visto, pero miraba casualmente a los árboles y las personas, y las nubes detrás de los edificios. Tenía esa particularidad, linda, de ver cosas que muchos no veían.
Estaba sentada en ese cerco de concreto que rodeaba la plaza y la dividía en gajos . No era muy alto, y sus pies quedaban en el aire, de modo que chocaba con los talones el concreto rítmicamente, con los brazos tensos muscularmente, apoyados, como si estuviera a punto de levantarse. Me hizo recordar los años de la infancia. Inocente, parecía brillar... otra vez. Sentí cómo, en mi pensamiento, mi índice se aventuraba hipnotizado entre la gente y llegaba a su hombro, y lo rozaba temeroso de que este pudiera matarlo. Aunque esto último no fuese tan malo en sí. Era una fémina tan diáfana  y bonita, bonita, bonita desde cualquier ángulo. Besarla hubiese roto todo aquel encanto, nunca lo haría a pesar de que pensarlo jamás se me escapaba.
Simplemente yo no era suficiente para ella, y la amaba, pero desde las sombras. Era mejor así.
Me conformé con pararme y llegar hasta ella, saludarla y charlar. Mirando ese par de verdes grisáceos hablar de sí mismos y de su portadora tácita y magníficamente... Viendo sus labios rosados juntarse y alejarse, dejando pasar amistosamente las letras/palabras que conformaban la canción de todo lo que decía, interpretada con esa voz tan propiamente dulce, mas no empalagosa, y clara.
Supe que viviría así hasta ella se despegue de sí, o muera. Aún así seguiría atada a lo que fue, y moriría en la caída de su recuerdo.

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