Tal vez
nunca lo entiendas. Tal vez nunca sepas lo que es. Porque lo considero
imposible. No puedo transferir tu presencia así como está ahora frente a mí, o
a mi lado, a la tormenta de mis pensamientos para que veas mi cielo y los
alrededores y con tu mano toques todo cambiando radicalmente la atmosfera. Para
que con tu varita mágica o un simple pensamiento transformes esto que tengo en
algo benigno. Sabes, simplemente no puedo soportarlo en estos momentos. No es
que desconfíe de tus dotes y poderes que en algún tiempo me curaron. Es mi
terreno primigenio, tan desconocido para mí que sólo conozco esta persona que
soy que no sé qué hacer con él. Florecen cosas en él, imperturbables, está
fuera de mí. Quizás sea la situación, las circunstancias actuales que hicieron
esto, lo que cambió de la noche a la mañana (un día de mil horas) mi ánimo. No
es sólo mi ánimo, es la realidad entera. Mis reflexiones, mis relaciones, mi
hogar… todo está distorsionado. Esa imagen que tenía ahora la veo con más
detalle, y veo el todo. Es tan simple y tan estúpido que no puedo explicártelo.
Supongo que el tiempo tiene que pasar otra vez, como siempre lo hizo. ¿No va a
cambiar nada? Ya pasó el tiempo, lo dije
muchas veces y seguí cayendo dentro de mí. Dentro de todos los seres que
conozco, y llegué hasta mí misma. Busqué esas cosas que me hacían buena, las
cosas que supuestamente iban a ayudarme a subir. Pero no estaban. Ahí abajo se
encuentra todo, todo otra vez. ¿Quién
soy? Ni las palabras lo describen, están mal. Todo es cualquier cosa. Todo es
todo. Y todo está ahí.
Fruncí los
labios al pensarlo. Mis comisuras descendieron y en mis ojos se acumulaba agua.
Pero ninguna lágrima salió. El campo visual se borroneó y me encontré a oscuras
con lo que me acompañó silenciosamente este tiempo. Un trozo de dolor se hizo
gemido, salió y calló. Me callé. No hice más. Mi cilindro de cáncer estaba
llegando a su fin, así que lo puse debajo de la canilla, cuando aún no caían
las gotas. Esperó unos segundos y llegó la primera. Qué envidia… Si así
funcionaran mis ojos. Los dejaría entreabiertos que desagoten algo. Lo lancé en
el espacio entre la pared de los vecinos extranjeros y el galpón de mi patio
trasero, tan sucio, desolado e infértil. Entré para ir al baño y mis brazos ya
no tenían huesos, ni grasa, ni carne, ni sangre. Estaban tan vacíos como mis
piernas y el resto de mi anatomía. No tenía pies y floté por el suelo. Volví
aquí. Siempre vuelvo. Siempre volvemos. Es una espiral, estoy dando vueltas. El
centro de esta línea curva e infinita está lleno de nada. Voy con ella.
Atrapada en un cuadrado, recorro las mismas esquinas, girando alrededor de algo
y de nada. Atrapada en los planes de otros, un único sistema de creencias y yo
¿qué soy? A todo esto, ¿qué soy? Una presencia, un recuerdo. Lo sensible.
Sí, eso.
Sensible. No es que sea fría, sino que este corazón literal que me recuerda el
centro de mis emociones parece estar roto. Mis emociones lo están, no sé lo que
significa. Mi corazón sigue latiendo. Es porque estoy viva, ¿cierto? Todavía
respiro, todavía digiero los alimentos, todavía camino. Pero ¿para qué? Por el
orgullo de ser, el ego, lo que sea. No
puedo detenerlo, pero ¿por qué? No tengo el valor para dejar de lado lo
infinito de un reto, de un problema, de una pseudoesperanza, y el vacío de
resolverlo y encontrar otros nuevos… Otro reto, otro problema, otra utopía que
yo sé es inalcanzable muy en el fondo. Pero sé que en el fondo sólo estoy yo.
Al final no hay nadie alrededor. Cuando pienso estás cosas no hay nadie, no hay
nada otra vez. Otra vez lo repito y doy vueltas. Mi órbita es esta, aunque no
me guste hay cosas que vuelven. Y se repite. Se repite y no existe libertad. La
libertad es el vacío de no tener algo, querer llevarlo a cabo y volver a lo
eterno que simula ser el deseo y la arrogancia de cagarse en lo conocido. Para
después sentir el remordimiento de la responsabilidad impuesta por las
presencias de otros seres en tu vida. Y así es. Así continuará siendo.
Responsabilizarse de las reacciones de la acción, de una acción. Las
consecuencias de creer que podés liberarte de todo esto e ir detrás de lo que
sea.
Mira, el
cielo está nublado otra vez. No puedo salir. Vos no podés entrar, no lo vas a
ver porque estás afuera y esto es mío. Sea lo que sea es mío, está acá, dentro
de mí. Resta sentarse y ver como se despeja o se desata lo que guarda mi techo
de emociones. Sola, sentada en alguna piedra. En alguna piedra gigantesca que
la marea va a cubrir, y entonces me voy a dormir. La marea baja y ahí está. El
pozo o la piedra. El pozo puede llenarse de agua y puedo ahogarme. La piedra
puede ser cruelmente áspera o dura, pero puedo sentarme en ella y ver desde mi
propio lugar tus malabares, tus sombras chinescas, tus bromas, tus cuentos e
historias. Tus juegos. Me bajo y camino por la orilla de lo que alguna vez estuvo
furioso.
De todas
formas, me ves. Yo te veo. Vos ignoras esto de arriba, mi mente y sus
atrocidades, las piñas en el cielo, mis nudillos cansados, mi expresión, el
moho en mis ojos… Pero todavía percibis lo ininteligible. Lo querés por motivos que no entiendo.
A pesar de
las cosas invisibles a tus ojos, y las cosas invisibles a los míos en lo que a
tu ser respecta, estamos. Y con
todo, me gusta. A pesar, repito, de todo,
estás y yo también. Y me gusta. Me gusta de cierto modo probablemente enfermizo
e irreal.
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