domingo, 9 de diciembre de 2012

Listo

Entonces me levanté de la silla, frente al monitor, fui a buscar mi celular para ver si tenía algún mensaje. Como no tenía ninguno, llevé el celular a mi habitación, lo dejé en la cama, me saqué el pantalón y pensé en voz alta: 

Lo que voy a hacer es ir a comprar un Marlboro común... Un delicioso paquete de Marlboro, sí señor.

Me puse otro pantalón, las zapatillas, me até el pelo y fui. Regresé a casa y puse una sinfonía de la concha del gato, para llorar de alegría en cada movimiento. 



"Hicimos el amor. Hicimos el amor en medio de la tristeza"

jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Viste cuando no te alcanza la plata y en vez de Marlboro te comprás unos RODEO? Bueno. Así. Infumable. Como mi existencia. Voy a tener que aprender a tejer o hacer algo productivo, porque es inaceptable esto que hago con mi tiempo. Ayer estaba viendo una película en la que un chabón le dice a otro: "qué bueno que  su hija se interese en esas cosas... Mi hijo tiene 17 años y no hace nada". Fue gracioso, y me di cuenta de que yo no hago mucho. Además de leer y hablar sola. Cierro los ojos, no descanso. Salgo a la calle como un mapache zombie, esto no debe continuar así. 
Estaba recordando mientras hablaba sola (o a Julio, el pachoncito que no me escucha ni me ve aunque tenga orejas y ojos), ayer, que para estas épocas mis relaciones se disuelven. Curioso. 
No planeo martirizarme todos los días. Me acuerdo cuando el pelilargo... Bueno. Estuve meses tratando de agarrar los pedacitos de Tami que quedaron en el aire. Cuando por fin había reconstruido una parte de mi, el volviO CON UNA SIERRA PARA DESTROZARME OTRA VEZ; "FALTÓ UNA PARTE", PENSÓ EL MUY FORRO. Que me extrañaba, que fue su culpa, que se dio cuenta de que yo era la única mujer que podía amarlo... Aunque había esperado mucho para que vuelva, me sentí mal. Y no quería volver. Unos días después conocí a éste muchacho. De todas formas, lo quiero al pelilargo. Es como una montaña de conceptos, ideas... Encerrado en materia orgánica. Me sorprende haber encontrado a una persona tan particular y diferente como él. Le tengo un cariño especial a pesar de todo lo que pasó.
No sé. Ahora como que se está repitiendo el final. No reniego de las cosas vividas, no me arrepiento para nada. Sólo tengo quejas con los finales. Tener una pareja es tener algo que perder, cuando lo tenés ya está perdido. No importa cuántas cosas te pudo decir, o cuantas le dijiste, al fin y al cabo eso no importa más cuando uno simplemente ya no te quiere. O prefiere ocupar el tiempo que solía darte en otras cosas. 
Ya no hay espacio en su vida para vos. Porque quien te extraña, se busca un espacio hasta en el ogt para que vos estés cerca y pasen tiempo juntos. En el ogt se lo busca(?). 

Superalo de una vez. Es mejor conformarse con los recuerdos lindos. 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Tengo miedo de resignarme y sentir tan lejanos aquellos días en los que era feliz.
Mi cara cadavérica.
Me encuentro conmigo todas las mañanas. No puedo contenerme. 
Pierdo la noción de los días.

martes, 20 de noviembre de 2012

Escuché algo hoy. Un grito agudo en mi oído izquierdo justo antes de caer en el sueño. El colchón me succionaba. Me espabilé y, bueno, descubrí que de hecho estaba quedándome dormida. 
Soñé unos instantes con él. Tenía esa expresión en el rostro, inconfundible, inimitable. No podría simplemente fingirla, es tan pura y honesta que cambia de piel y su alma se encuentra desnuda. Tan maravillosa y extensa que de sólo recordarla me eriza la piel y ternura y admiración primero, temor al final. Temor. Un intenso temor de que continúe siendo diáfano y perpetuo hasta el punto de destruir mi voluntad tan devota a sus reacciones ante mis muestras de afecto y errores. 
Miedo. Desperté rápidamente llena de miedo. No sé bien cuánto tiempo estuve observando las líneas de la pared sin buscar nada. Tuve miedo de volver a dormir. No sé qué estaría perdiendo si duermo, porque el caso es que siento que algo se me esta escapando estando yo con los ojos demasiado cerrados. No está. No tengo idea de dónde debe andar, qué pensamientos flotaran en su mente. 
Entonces... No está. Deja de existir su carne, su templo, y es cuando mi sombra trae los recuerdos y su alma ocupa todo allá arriba. Y acá, abajo, estoy yo. Mirando la película de nuestras vivencias, ideando otras.  Yo las creé y tuve el privilegio único de experimentarlas. 
Sigo acostada, casi caigo otra vez en lo que nunca pasó ahí afuera. Él no se enteró de lo vivido en los sueños. 
Las manifestaciones de su espíritu son algo que no puedo olvidar. Suena fantástico y ficticio, pero es tan simple... Sería un error intentar describir la cantidad de cielos que se pueden ver a través de sus ojos.
Recuerdo haber sonreído con inocencia, de una forma muy estúpida y ñoña, cuando vi su rostro a mi lado cuando caminábamos... Y sentir la calidez de su mano, la temperatura perfecta creada por ella y por la mía. La sujeté con firmeza, casi con temor otra vez de que se escapara. 
¿De qué sirve recordar todo esto? Mi edad no se mide en años, pienso. Mi edad es la cantidad de momentos de soledad y tristeza que tuve. La cantidad de veces que en secreto tuve esperanzas, para luego verlas caerse frente a mí, hasta convertirme en algo oscuro y pesimista. Porque he conocido, tuve metas, tenía fe en... Algo. Todo eso se acumuló hasta hacer mi edad. ¿Qué edad tengo ahora que lo conocí? ¿Qué edad tengo ahora que viví estos últimos meses como los mejores de toda mi vida? ¿Por qué ahora me siento triste por ellos? ¿Por qué al final ese poderoso dolor en cada fibra del alma vuelve a atacar? Miedo.
Miedo de que hayan sido los mejores meses de mi vida... Ahora tengo que vivir el resto de los meses.
Volver al cuarto oscuro en el que siempre estaré sólo yo.

martes, 18 de septiembre de 2012


No puedo olvidarlo. Sigue presentándose en formas que no entiendo. No puedo palparlo, pero sé que está ahí. Puedo oírlo respirar en mi oído. Su aliento inodoro, su respiración calmada y firme, expectante, escrutando mis pensamientos. Está buscando el momento para que lo oiga, cuando dejo de pensar y miro realmente. Se sienta en mi pecho. ¿Qué quiere de mí?
Sólo calla. De vez en cuando me recuerda momentos que creí no existían, casi nuevos. Pero entonces me doy cuenta de que estuvieron y yo también. Yo también. Yo los hice, no ellos. Sólo fui yo. Yo estuve, y eso fue todo. Todo se resume a mi presencia en lo que estaba pasando ahí afuera. En poco influí, en poco participé. No soy como ellos, no suelo cambiar mucho las cosas. Y el suelo, me gustaba esa tarde. Las baldosas estaban hechas de pequeñas piedras muy juntas, amarronadas y un poco resbaladizas. Decidí arrastrar los talones para sentirlo y no hubo más. Fue sencillo y lo recuerdo bien. Nada cambió ese día, no en ese momento.
Él me pensó, él me pensó, el me… Pensó. Y yo existí por fin. En un recuerdo, en un lamento. No sé cuándo estoy, ni cuándo soy. Algo sé, y es que respiro un poco. Me muevo entre un tiempo finito, en un espacio reducido invariable. Mi mente da vueltas alrededor de lo mismo, yo pienso sólo en aquellos que recuerdo, en el pasado, el presente, nunca en el futuro, ya está. Mira, ya se fue. Pienso en él y ya no está. Otra vez escucho su respiración.
En olas antes de dormir. Repasando todo aquello que pasé por alto. Lo vivido vuelve frente a mí y ya no veo. No sé cuándo estoy. Desaparezco varis veces en el día, pero no me pierdo, me encuentro y eso es terrible. Todo lo que fui y lo que no, lo poco que soy no sirve para cambiarlo. Es lo que define todo lo real. La felicidad y las cualidades buenas me las invento para que no sea tan pesada.
Aquello que es bueno es una opinión engañosa, delirante, seductora inconsciente, de todo lo que es cierto y evidente. Los intentos hacen los hechos, los hechos hacen mi verdad. Y aquí está. Un puñado de secretos no tan ocultos, en mi regazo. Todavía no decido qué hacer con ellos.
Me vi cambiar, viví la transformación. Una primera mutación humana hacia los más primitivo, lo inerte, lo que siempre estuvo frente a mí. Pero otra vez, no veía, estuvo todo el tiempo, del mismo lado. Pero lo separaba. El otro lado es el espejo que refleja mi ideal, no lo que es. Mi utopía y las ganas de que esta metamorfosis sea algo productivo y hermoso… Lo que esperaba, en cierto modo, que sea. Y esa línea divisoria entre mi yo y mi yo. No fue nada poético, fue despojarme simplemente de mis deseos e ilusiones y ver realmente lo que todo este tiempo fui. Detrás de todas esas máscaras para-salir-al-mundo tranquila.
Un engaño. Es todo lo que es. Y tengo miedo de mirarme otra vez con una sonrisa. Las sonrisas no existen cuando te miras realmente, viendo todo a tu alrededor, lo que significó algo, tus recuerdos más preciados… No valen nada. Porque lo que importa es lo que tenés cuando te ves. Y estás desnudo, lleno de miedo, de dudas, desesperación. Miras tus pies y pensás que en algún momento eso va a cambiar, que es temporal, provisorio, que alguien puede abrazarte y amarte, que hay alguien esperándote cuando te alejes del espejo. Y al huir de él te queda esa imagen… Deformando tus inventos felices, tus relaciones, tu tiempo libre, tu estima. De repente no podes sacarte esa imagen de la mente. La fotografía de esa persona tan frágil y solitaria se convierte en todo lo que sos. O eso pensás. Cuando en realidad siempre fuiste eso. Siempre lo serás. Hagas lo que hagas, al final del día te espera una cama fría y… despeinada como una prostituta que la pasó bien anoche sin mí, una almohada, una mente, dos piernas, dos brazos, una boca seca, ojos tristes… Y escucho un zumbido. Sigue respirando cerca de mí.
Es increíble lo volátiles que las palabras pueden ser. No pueden romperte los huesos como un golpe en el esqueleto; pero las balas son las que te perforan, no las palabras. Puñaladas. Golpes directos al cuerpo. Pero no las palabras. No los recuerdos. Las metáforas y alusiones son vagas cuando el dolor va más allá de las alegorías y todo eso con lo que lo comparan. Es miseria. Sentís una puñalada, un balazo, un corte en el pecho. Pero no hay sangre ahí, no hay heridas visibles. Entonces, ¿qué? ¿Dónde está? Yo quiero ir a un doctor, no hay doctores. Me acuesto y sigue ahí. Me ahogo, mi piel se hace piedra, mi garganta sobre todo. ¿Por qué estas gotas saladas brotando de mi ojos? No me duele el cuerpo, mis piernas están bien, supongo. Sin embargo,  no puedo caminar, porque no le encuentro la lógica. Eso es lo peor. ¿Para qué? En algún momento voy a volver, para qué salir si este lugar me espera y me necesita. No puedo irme.
Un momento. No. No me necesita. Algo va a reemplazar lo que fui, y no con lo que fui y soy. Sino con algo útil. O quedará un hueco. El mundo está lleno de esos. Huecos, esquinas, paradojas. No importa, no me voy a dar cuenta de eso cuando no esté aquí.
El punto es desaparecer. Sin rastros de consciencia. Que se vaya ella también. Que no quede nada de mí esta vez. La progresión, el cambio, destruye o modifica algo en algún lugar. Todavía puedo dudar.
Sólo quiero que pase este día. Me desespera este ruido. La ausencia total de él también.
No quiero pensar más en ausencias, ni presencias. Ni en el surrealismo de mis esperanzas.
Iré a un lugar en el que nadie me recuerde, porque yo no los recordaré a ellos. Un lugar en el que nadie me estime, porque yo no los estimo ni a ellos ni a mí. No existe mi programa favorito, ni la hora del almuerzo de la cena o la merienda. El sol ya no flota en el cielo durante unas horas para luego esconderse y dar luz indirectamente, esta vez todo se oscurece. Pero ellos, ellos no lo aceptan. Ellos tienen sus luces, su televisión, sus charlas, sus impuestos, tópicos mediocres. Su luz inteligente para atender sus asuntos, no paran. Ellos no van a parar. El mundo que conozco no va a detenerse jamás. Los diamantes rotos en el cielo nunca serán vistos en esta ciudad. Todo es en vano. No importa mucho, porque cuando me vaya todo esto no va a importar. O tal vez sí. Tal vez no deje de pensar en esto. Tal vez reconozca otras tristezas y muera frente…
Tal vez muera frente al espejo.
Tal vez me ciegue completamente. Tal vez el zumbido me arrastre hasta el otro lado. Tal vez esta cama me trague para siempre.
Para siempre, y no habrá un amanecer. Sólo noche. Una eterna y lluviosa noche.